domingo, 7 de junio de 2015

Estrellas

Decía la Madre Teresa de Calcuta que los niños son como las estrellas, nunca hay demasiados. Yo, por el momento, no tengo intención de hacer más niños así que a esto me estoy dedicando últimamente:


Yo lo llamaría "estrelloterapia", ya que estos astros y sus colorcitos me reconfortan, aunque no tengo ni pajolera idea de lo que haré con ellos. ¿Una guirnalda? ¿Un movil? ¿Unos llaveros...? 
Todo se verá.



sábado, 6 de junio de 2015

Mi tesoro


Andaba yo enfrascada en la ardua tarea de ensamblar cada uno de los cuadrados de mi olvidada mantita, y he de decir que no muy satisfecha ya que las piezas no eran para nada heterogéneas, las costuras poco rectas y la tensión inconstante, cuando empecé a percatarme de que algo prodigioso estaba aconteciendo. El tejido, que se materializaba lentamente entre mis dedos tomando forma de frazada, cobró movimiento y peso a golpe de ganchillo y descendió por mis piernas hasta tocar el suelo cubriendo en su totalidad la parte inferior de mi cuerpo. Para cuando quise dar la última puntada y con ella poner punto y final, el hechizo ya se había apoderado de mi persona: pérdida de la noción del tiempo, una sensación dulce y despreocupada y la reconfortante certeza de que nada malo podía pasarme.


Venciendo, aun no sé como, la casi irrefrenable necesidad de permanecer dentro de sus ondulados márgenes logré sacudírmela de encima, cargármela a la espalda y bajar corriendo las escaleras en busca de  Fistro. Una vez lo tuve frente a frente le lancé la cobertura multicolor por los hombros cual poncho peruano y...  La reacción no se hizo esperar:
- nos la quedamos ¿verdad? - imposible arrebatársela.
Intercambiando sensaciones con él confirmé mis sospechas. Sin saber cómo (¿habrá sido la primavera, o la misteriosa silla de Madame Pepin?) he tejido una manta mágica, capaz de brindar, en cualquier momento y en no importa que lugar, el mismo calor y fortaleza que los que se encuentran en el abrazo del ser amado. Solo debajo de esos pocos kilos de lana se puede encontrar un bienestar semejante. Pero no, fistrito mío, no podemos quedárnosla, ya que esta mantita ha sido hecha para y por el amor, y solo haciéndola llegar a su destino podrá conservar sus propiedades prodigiosas. Claro que nadie nos prohíbe permanecer en sus lindes un ratito más. Y, ¿qué pasaría si probáramos a envolvernos con ella los dos juntitos...? 😉

martes, 12 de mayo de 2015

Adaptarse

 "...Yo diría que hay que empezar a apoderarse de las calles. De las esquinas. Del cielo. De los cafés. Del sol, y lo que es más importante, de la sombra. Cuando uno llega a percibir que una calle no le es extranjera, sólo entonces la calle deja de mirarlo a uno como a un extraño..."

Mario Benedetti


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Hace siete años que me fui de España. En la época anterior al "destierro" me gustaba tomar el aperitivo en el bar de la esquina (esquina en la que, por cierto, ya no hay un bar si no una sucursal del Deutsche) y comer pipas en el banco del parque, y jugar al mus, y salir en las noche desiertas de agosto por Madrid, noctámbula y libre.
Ahora, cada vez que estas imágenes acuden a mi mente, siento como si todas ellas las hubiera experimentado en otra vida o como si aquella persona no fuese yo y si una intrusa que me resultara ligeramente familiar.
Y sin embargo, la que ahora dice llevar mi nombre, sufre la imperiosa necesidad de ingerir cantidades indecentes de queso entre la comida y el postre, y ya no grita en los bares, y maneja los mismos códigos que todas esas personas que le hablan insistentemente de usted con la boca en forma de "u".
Desde que he llegado a Arras me sorprendo muchas veces diciéndome a mi misma:"esto es encantador pero no pienso quedarme aquí toda la vida" y al mismo tiempo hay momentos en los que acaricio una dulce satisfacción y entonces ni dios me arrancaría de este país. Estos son los culpables de mis repentinos cambios de humor:
El Mercado del sábado que surge de la gran plaza y se extiende a lo largo de sus callejas adyacentes como si se tratase de un corazón bombeando vida.





Pasear en bici por La Citadelle, donde el viento aun arrastra los quejidos de más de doscientas almass que penan por la juventud perdida.




El bosque y su alfombra azulada de jacintos salvajes escondiendo submundos como estos




Pero sobre todo y ante todo lo que me hace muy feliz son las visitas que vienen cargadas de flores: Entre muchas de las bonitas costumbres francesas está la de regalar el primero de mayo un ramillete de "muguet", flor portadora de la felicidad, y para no ser menos, aquí dejo yo mi aromática porción de buena suerte para todo aquel que tenga a bien asomarse a este rincón.